viernes, 27 de febrero de 2009

25. ( Ficción, Futuro, Sueños...)

"Sabes lo que te pasa?. No tienes valor. ¡Tienes miedo! Miedo de enfrentarte contigo misma y decir: Está bien, la vida es una realidad. Las personas se pertenecen las unas a las otras porque es la única forma de conseguir la verdadera felicidad. Tú te consideras un espíritu libre, un ser salvaje y te asusta la idea de que alguien pueda meterte en una jaula. ¡Bueno nena! Ya estás en una jaula. Tú misma la has construido, y en ella seguirás vayas a donde vayas porque no importa a donde huyas, siempre acabarás tropezando contigo misma".

Ahora era cuando ella se daba cuenta de lo que estaba perdiendo.
Ahora salía del taxi y se ponía como loca a buscar el gato.
Ahora sonaba “Moon River”
Y ahora era cuando siempre, siempre lloraba.

Llevaba viendo Desayuno con Diamantes cada domingo con su madre desde los 12 años. Al principio no la entendía, pero solo el hecho de ver a esa joven delgaducha caminando por Nueva York con su collar de perlas en el cuello, el croissant en una mano y el café en la otra y ver como su madre sonreía y decía, “eso lo hice yo cuando fui a Nueva York” la encantaba. Era el único momento que compartían en toda la semana, el único momento en el que ella dejaba de lado su ordenador y sus garabatos y dejaba de escribir. Aquellos domingos fríos de invierno cuando las dos de metían bajo la manta a soñar con Holly Golightly siempre terminaban entre lagrimas y con su madre diciendo que ya no se escribían historias como esas.

Cuando se independizó fue eso lo que le regalo su madre, el DVD de Desayuno con Diamantes y ella había continuado con el ritual de los domingos.

Se levantó del sofá y se lavó la cara, el estaba aun dormido, exhausto. Se acerco a el y le beso en los labios. Había luchado mucho para que esa relación funcionase. Aun se acordaba de lo rebelde que había sido, una Holly de su tiempo, una chica que odiaba las ataduras… pero pese a haber visto Desayuno con Diamantes mil veces, no había comprendido el cambio del final esta que le había conocido. Ella también había querido se un ser salvaje, y no había querido ser enjaulada. En ocasiones se encontraba a si misma preguntándose como habría suido su vida si en vez de sentar cabeza y escribir guiones como su madre, hubiera hecho lo que de verdad siempre había querido, ser actriz. Esos días donde las dudas le asaltaban eran sus particulares días rojos.

-¿Sabe esos días en lo que todo es de Color Rojo?-¿Color rojo?, ¿será negro?-No, se tiene un día negro cuando una ha engordado un poco o cuando ha llovido demasiado. Estás triste y ya está. Los días rojos son aquellos en lo que estás triste y no sabes porqué. Cuando me pasa, lo único que me alivia es coger un taxi e irme a Tiffany. Cuando encuentre un lugar en el que me siente como en Tiffany me instalare y pondré nombre al gato.

Sus días rojos venían precedidos de una discusión con el y de terminar recriminándose a si misma el no haber perseverado en su decisión de ser actriz. Los días rojos ella se ponía desayuno con diamantes, aunque no fuera domingo y recordaba que el destino es caprichoso. Recordaba que era Marlin Monrroe la que debería haber hecho esa película y no Audrey y recordaba su vida, como disfrutaba junto a el, y con ellas y como disfrutaba los domingos por la noche en ese momento tan “suyo” de la semana.

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